Se presenta normalmente bajo el aspecto de cristales octaédricos o cúbicos, incoloros si son puros, y amarillentos o pardos cuando presentan impurezas; los ejemplares de tonos verdes y negros son muy raros. Una característica de los cristales de diamante es la gran curvatura que suelen presentar sus caras y aristas, así como la presencia sobre éstas de microcristales y surcos entrantes que dan al conjunto una apariencia áspera.
Entre las propiedades físicas más características destacan su gran dureza, que alcanza el grado más alto en la escala de Mohs, su enorme fragilidad y su perfecta exfoliación. La mayoría de los cristales presentan un fuerte poder de dispersión de la luz, lo que les da ese afamado brillo adamantino. Es infusible e insoluble en ácidos, pero arde con cierta dificultad produciendo anhídrico carbónico. Si se le sitúa bajo la luz ultravioleta presenta una elevada luminiscencia.
Su ambiente de formación está asociado a las rocas ultrabásicas, sobre todo a la kimberlita , y a los depósitos detríticos sedimentarios derivados de ellas. Los mejores cristales se han localizado entre las kimberlitas de Sudáfrica, pero también se extraen notable cantidad de las arenas fluviales de ciertos ríos de la República Democrática del Congo, Ghana.
La principal utilidad del diamante es como piedra de joyería, pero los ejemplares carentes de reflejos se emplean como abrasivos y en las perforaciones petrolíferas. Recientemente se fabrican diamantes de forma artificial.
¿SABIAS QUÉ...?
El mayor diamante localizado hasta la fecha es el Culliham, hallado en 1.905 en Sudáfrica; cuando se encontró tenía el grosor de un puño y un peso de 621 gr., o lo que es lo mismo un peso en quilates de 3.106.
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